Trier tampoco tiene necesidad de rehuir la comparación culinaria. Los grandes vinos del Mosela, del Sarre y del Ruwer juegan naturalmente un papel importante. En toda la ciudad hay tiendas, cafés y bistrós para pasear y quedarse. Las instituciones culturales y los clubes de moda ofrecen una variada mezcla de música, cabaret y entretenimiento. Y en la plaza del mercado principal, el espectáculo del Festival del Casco Antiguo en junio, así como los puestos de venta de frutas, flores y verduras seis días a la semana, atraen a los visitantes. A finales de noviembre, el olor del pan de jengibre y el vino caliente flota en los callejones llenos de luz entre los rústicos puestos de madera. Puedes apostar que al emperador Augusto también le habría gustado.